viernes, 23 de marzo de 2012

NOTAS  PARA EL MUELLE DE GRAN TARAJAL

El movimiento impulsado por las clases dominantes del norte para la extracción de aguas a través de la sociedad “La Esperanza”(sociedad anónima mercantil dedicado a la explotación de aguas subterráneas para la venta) fue respondida en el sur con la búsqueda de aguas subterráneas y el empleo de aeromotores, especialmente en la cuenca que hay entre Tuineje y Gran Tarajal y también en otros puntos de la costa de Sotavento. El cultivo del tomate prosperó gracias al uso de esta agua salobre, extraída de pozos, que apenas llegaban a la zona basal (capa superficial de la tierra).
¿Qué papel jugó la burguesía sureña? José Rial los llamó los “Caballeros de la orden del Sur”, una ficción literaria que los imaginaba como una secta que pretendía luchar contra el estancamiento económico.
Matías López, el gran maestre, según Rial, fue el transformador del paisaje agrícola. Él fue el encargado de hacer ver a sus vecinos que tenían que dejar atrás las anquilosadas formas de explotación agraria, para dedicarse al cultivo de nuevos productos, de mayor demanda y rentabilidad, que tendrían rápida salida por el cercano puerto de Gran Tarajal.  Esto afianzaba las expectativas de poder llevar adelante el proyecto del muelle para la exportación de productos.
En los terrenos del Charco forjó un centro de producción agrícola, cultivando alfalfa (una planta forrajera) para cuyo empaquetado compró una prensadora, e hizo venir multitud de molinos[1] mecánicos (que seguro conoció durante su estancia en Cuba) que trajo desde América a través de casas comerciales establecidas en Gran Canaria, que poco a poco se extendieron en la comarca de Tuineje- Tiscamanita- Gran Tarajal, que sustituirían a las primitivas norias, y de las que surtió a otros agricultores. Las pacas de alfalfa las colocó en el mercado gran canario. A la vez se dedicó al cultivo de tomates que regaba con el agua salobre y que daba como resultado un fruto de sabor exquisito. El éxito de Matías López radicó  en la cercanía del puerto de Gran Tarajal desde el que exportaba todos los productos.
Viendo el éxito que estaba obteniendo, otros terratenientes como Jacinto Bravo de Laguna, se vieron obligados a invertir en la extracción de aguas para no quedarse atrás. No obstante en el municipio había otros grandes empresarios como Rafael Marrero, los Lavandera, Félix López e incluso Miguel Velásquez que siguieron su ejemplo, aunque a menor escala.
Todos estos avances propiciaron la configuración de un nuevo desarrollo en torno a Gran Tarajal, realzando la función económica del puerto y arrinconando a la cabeza del distrito municipal. La inédita riqueza del sur provocó además, incitados por los actores del progreso, que los campesinos adquirieran pequeñas parcelas, excavasen el suelo, comprasen molinos, construyesen estanques, plantasen higueras, granaderos, palmeras y eucaliptos, creciendo así una pequeña propiedad hasta ahora muy exigua.
El despegue que Gran Tarajal experimentó se debe en parte a esto, pero también a la concesión de solares gratuitos que el ayuntamiento cedió para el poblamiento de este pueblo. La cesión de solares es de 1895 y en las actas municipales se recoge este hecho. Así tenemos que a los almacenes de los Velázquez y a las pocas casas preexistentes se les fueron uniendo otras,  supongo que la intención era mostrar  a la administración que había mucha gente para que mejorara la posibilidad  de inversión pública en el puerto de Gran Tarajal
El crecimiento marítimo crecía a la par que expansión económica amenazando la primacía de Puerto Cabras. Las plantaciones de alfalfa y tomates junto con la abundancia de agua y la proximidad del banco pesquero sahariano promovían amplias expectativas, que se vieron truncadas por el abandono gubernamental y la oposición de los terratenientes del norte. 
Ver documentos relacionados en Archivo Municipal de Tuineje.



[1] En la propia isla surgieron talleres que se dedicaron a la reparación de estos molinos: uno en Antigua, el de los Curbelos, y otro en Gran Tarajal de Diego Martín.

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