Gran Tarajal


El puerto de Gran Tarajal en 1911.

Maquinaria introducida por los Lavandera a través de nuestro puerto...
LA ERMITA DE GRAN TARAJAL

A finales del siglo XIX Gran Tarajal se estaba empezando a consolidar como asentamiento urbano, promovido en parte por el  reparto de solares llevado a cabo por el ayuntamiento y también por ser un punto desde el que se embarcaban y desembarcaban mercancías como: cal, yeso, barrilla y productos de primera necesidad. Este tránsito de buques y mercancías propició el asentamiento de una población estable y consecuentemente su nacimiento como pueblo.
Pero no sólo de pan vive el hombre y la necesidad espiritual marca el deseo de edificar una ermita, un lugar de culto al que acudir sin tener que recorrer el largo camino que los separaba de la Iglesia de Tuineje.  A esto se une otra razón, quizás más prosaica, la iglesia se configuraba como una señal de identidad para los habitantes de finales del siglo XIX. En esta situación, en diciembre de 1896, los vecinos de este puerto solicitan  al Obispado, a través de la Corporación, permiso para construir una ermita que tendría como Patrón a San Buenaventura.
El 18 de febrero de 1897 les fue concedida la licencia eclesiástica para erigirla, pero con una serie de condiciones:
v     La escritura de la propiedad en la que se iba a erigir la ermita, autorizada y registrada en el Registro de la propiedad de Arrecife.
v     Una copia del plano con inclusión del presupuesto de gastos.
v     Un expediente explicativo de la procedencia de los fondos.
v     Hacer entrega formal del templo, una vez edificado, a la autoridad eclesiástica para habilitarla para el culto.
Algunos meses más tarde el párroco, Juan Navarro Estupiñán, solicita al Ayuntamiento el terreno y los materiales para llevar a cabo dicha construcción. Les fue concedido 1066 metros cuadrados pero se obligaba a los solicitantes y demás personas que intervinieran a entregarlo a las autoridades eclesiásticas para su habilitación para el culto.
En junio de 1897 Matías López hace una donación de 500 pesetas destinadas a la reparación de la Iglesia de Tuineje y a la construcción de la ermita de Gran Tarajal. En agradecimiento la Corporación acuerda concederle un trozo de terreno en este pueblo.
En 1898 se produce la visita pastoral del Obispo Cueto y en honor a esa circunstancia los vecinos proponen que a la primera calle de Gran Tarajal se le ponga su nombre. En las actas existe constancia de la existencia de esta calle en las inmediaciones de la Plaza.
La ermita se terminó en 1900 tal y como reza en una inscripción que hay en la puerta, de lo que es hoy la Sacristía, pero que antiguamente era la ermita.
La ermita era de una sola nave, rectangular y sin presbiterio diferenciado, con cubierta plana de azotea. Su fachada estaba rematada por un sencillo campanario flanqueado por dos prismas acabados en punta de diamante y con una peana que probablemente soportase una cruz. La puerta de acceso presenta un frontón triangular de gusto clásico con la leyenda “1900” alusiva al año de su terminación. En su interior se encuentra la imagen de la Virgen de Candelaria, donada por Matías López Hernández. La talla es una imagen de vestir o de candelero, hecha por el escultor Macario Batista (Antigua 1832 – Las Palmas 1903), réplica de la que trajo Matías López Hernández de Cuba.
En 1943, siendo Obispo Antonio Pildain y Zapiain, se erigió en parroquia bajo el título de San Diego de Alcalá y como el resto de las ermitas de la Isla el cambio de categoría determinó una mejora en el templo. La obra fue proyectada a tres naves con arquería para soportar la techumbre a dos aguas, realizada por el maestro Miguel Pérez,  y dos torres. Pero sólo se hizo una de ellas, la que está al lado de la epístola, a finales de los cincuenta[1] y principios de los sesenta.
Como dato curioso cabe reseñar el uso de la nave, antes de ser consagrada para el culto,  como almacén de empaquetado de tomate.
Años después, en 1964, se llevó a cabo una suscripción vecinal para comprar las campanas. Hoy en día en la torre hay tres campanas, siendo la más pequeña la de la primitiva ermita.




[1] En el archivo parroquial de la Iglesia de San Diego de Alcalá aparece el presupuesto para la construcción de la torre y también el proyecto.



MUELLE DE GRAN TARAJAL

El siglo XIX viene marcado por un importante movimiento de pasajeros y mercancías por vía marítima, consecuencia de la escasa e incluso nula presencia de carreteras. A la gente le resultaba más beneficioso usar el mar para desplazarse que los caminos. Proliferaron puertos, embarcaderos y embarcaciones como las balandras, los pailebotes y las falúas para el tránsito de mercancías y pasajeros, y la distribución del correo. Es frecuente encontrar en las actas municipales referencias a que las contestaciones las enviarían con éste o aquel patrón de algún pailebote, como por ejemplo la “Bella Lucía”.
Un hecho que incrementó este tráfico marítimo fue el floreciente comercio de la cochinilla, que vino respaldado por la Ley de Puertos Francos de 1854 propuesta por el Ministro canario Juan Bravo y Murillo.
Esta ley suponía un conjunto de medidas económicas que venían a liberalizar la entrada y salida de mercancías del archipiélago, impulsando la economía isleña y constituyendo un importante incentivo fiscal para el comercio con y desde las islas. Esto propicio un notable crecimiento de la economía de las islas favoreciendo el comercio y la explotación.
Pero ¿qué suponía esto? o ¿de qué manera incidía en los municipios? La respuesta la tenemos en la sesión del 14 de abril de 1883, cuando la Diputación propone un arbitrio de fácil recaudación, el impuesto del 9% sobre los artículos que se introdujeran por los puertos habilitados y que recaudarían las Administraciones de Puertos francos, que en el caso de Fuerteventura sería Puerto Cabras, declarado como tal en 1852. Representaba, por lo tanto, una importante entrada de dinero en las arcas del municipio que fuera puerto franco.
A pesar de la ventaja económica que esto implicaba no sería hasta 1892, cuarenta años después, cuando en el seno de la corporación surgen  las voces de los concejales Francisco Gil y Juan Castrillo Castrillo con la propuesta de que el Puerto[1] de Gran Tarajal fuera declarado Puerto habilitado. Evidentemente la propuesta fue secundada por todos los miembros del Ayuntamiento que decidieron:
          1º. Elevar la instancia al Ministro de Fomento.
2º. Pedir el apoyo de los municipios vecinos.
3º. Exponer razonadamente lo que supondría para este pueblo y remitirlo a Fernando León y Castillo, representante en las Cortes para que lo defendiera.
Habría que esperar algunos años más, hasta 1900, para que se volviera a hablar del muelle en el puerto de Gran Tarajal en las Actas municipales, puesto que el proyecto continuaba fraguándose. En marzo de ese mismo año se forma una comisión para recaudar fondos destinados a pagar los planos y a comprar material. La Comisión la formó: Eduardo Briganty,  Sebastián Ramos, Miguel Velázquez Curbelo, Rafael S. Pérez, Juan Bautista Delgado, Matías López Hdez, Juan Domínguez Peña, Francisco Martín Gil y Tomás García Dumpierrez.
A partir de entonces se iniciaron una serie de acciones encaminadas a conseguir el muelle, como por ejemplo convocar a la Comisión que hizo el reparto de los terrenos de la costa para que hicieran lotes de tierras del procomún de vecinos, que una vez deslindados y amojonados se sacarían a subasta. Los beneficios obtenidos estarían destinados a la construcción portuaria.
Otro hecho que acredita el interés que había, en que el proyecto saliera adelante, fue que cuando llegó al Ayuntamiento el trazado de la carretera Puerto Cabras – Tuineje, en 1902, la Corporación ofreció una alternativa que suponía acercar el camino de Gran Tarajal, para así tener más elementos a su favor para la gran aspiración del sur: conseguir que Gran Tarajal fuera declarado Puerto de Interés General.
 Y fue declarado puerto de interés general, por la ley de 31 de diciembre de 1903, pero meses antes el Ingeniero Jefe de obras públicas informó que la localidad reunía condiciones para construir un muelle de embarque y desembarque, de cara al tráfico futuro, que podría costar unas 130.000 pesetas.
En 1905, todavía no se había resuelto nada, y la corporación seguía empeñada en el puerto para Gran Tarajal, tal es así que las oficinas provinciales incluso elaboraron unos presupuestos para la obra. Los años corrían y la obra se retrasaba por el desinterés oficial, pero esto que no consiguió acallar las voces  de los que lo demandaban, convirtiéndose incluso en una de las reivindicaciones del Plebiscito de 1910 de Manuel Velásquez Cabrera.
En junio de 1909 se proyectó un dique atracable para dicho puerto, cuyo trabajo fue realizado por el Ingeniero de Caminos Juan Campos, más adelante se nombró una comisión mixta de un ingeniero militar y otro de obras públicas, para acordar la forma más conveniente, teniendo en cuenta los intereses comerciales y de defensa de la isla.
El 11 de enero de 1911 el ingeniero Jefe de Obras remitió el informe de la comisión mixta. En ese documento se recogen datos sobre la ejecución de la obra, para la cual según el ingeniero debía construirse una escollera natural, limitada al interior por un muro de atraque y por bloques protectores para el exterior.
El Ministerio de la Guerra, en la Real Orden de 7 de marzo de 1911, prescribe que se mantenga el muelle dique (proyectado por el señor Campos), pero que también debía construirse un embarcadero de hierro ó de hormigón armado. En julio de ese mismo año el Consejo de Obras públicas ratificó el informe exponiendo que si se hacía un muelle comercial se hiciera de fábrica, pero que si el Ministerio de Guerra lo consideraba apropiado para necesidades de orden militar se hiciera de hierro o cemento armado sobre poyos  aislados. A la vista de que no se ponían de acuerdo sobre el uso del muelle en noviembre de 1911 el Ingeniero Jefe de Canarias propuso que se hiciese un nuevo estudio, que conciliase los intereses comerciales y militares.
Por fin en 1918 se construyó el embarcadero para lanchas, que 16 años más tarde, en 1934, se ampliaría 80 metros más, lo que suponía que los antiguos correillos y otros barcos de cabotaje podían maniobrar.
Gran Tarajal siempre estuvo concebido como el Puerto Frutero de la isla, y en esa línea remaron siempre los caballero de la orden del sur; por eso repartieron el mancomún en 1895 y los solares en la década de 1950, muchos de los cuales aún sin inscribir.
Hay que ponderar lo que significó la introducción del molino aeromotor para la extracción de las aguas del subsuelo, pasándose a una agricultura intensiva, mucho más productiva que la extensiva y de secano que se practicaba en el norte, consagrado más a la exportación de la cal y la piedra. Por eso el muelle de Gran Tarajal siempre estuvo en las promesas políticas de Velázquez y del Partido Majorero, que llegó incluso a ilusionarse con un tren que sacase la producción agrícola desde Antigua.
Se apostó efectivamente porque el muelle fuera una realidad, pero es que había algo más detrás empujando; una clase nueva con mentalidad burguesa, aunque anclada en el mundo rural. Fueron sus miembros los que tuvieron que competir con burguesía comercial del Puerto de Cabras.


[1] Aclarar que primero fue embarcadero y  puerto en el sentido decimonónico, luego puerto aspiraciones a muelle, con infraestructura portuaria.

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