sábado, 4 de febrero de 2012

Apunte sobre la toponimia

Imagenemos el macizo de Betancuria como el castillo natural tras el cual se parapetaron los conquistadores para formar la nueva sociedad. Que allí cuajó una sociedad integrada por portugueses, castellanos, normandos... Que extramuros de aquel lindero natural se obtenían los productos que permitían vivir a quienes ocuparon los puestos más importante de aquel colectivo humano; que afuera del macizo habitaba lo diferente...
Casi todas la aldeas que se situaban extramuros de la villa tenìan y conservaron curiosos nombres. Todos comienzan por la letra "T".
Se ha especulado mucho sobre esta grafía. Y mirando la cartografía de la isla comienza uno a toparse con los de Toto, Tesejerague, Tuineje, Tiscamanita, Tenicosquey Triquivijate, Taro, Tesjuates, Time, Tindaya... Y cae en la cuenta de que si trazamos una línea uniéndolos sobre el mapa, estaríamos deslindando dos espacios perfectamente diferenciados. Al este y hacia la orilla, partiendo de aquella línea, se nos abre un espacio extenso, apenas sin poblaciones y, las que hay, son relativamente recientes: nos estaríamos moviendo en una zona que muy bien pudiera ser el resto de la vieja dehesa o término de pastos; sencillamente porque al otro lado de aquella raya, alejándonos del mar, estaríamos viendo los pueblos que se recogen en los mapas históricos, especialmente significativo el que levantaron los obispos para el reparto jurisdiccional de las parroquias de la isla a finales del XVIII...
Hay especialistas en el tema de los moriscos que hablan de aldeas construidas y habitadas por gentes traídas como esclavos durante las entradas que los primeros señores de Fuerteventura hacían en la vecina costa africana. Y dicen que la denominación de casi todos aquellos caseríos comenzaba, por la letra con que empieza el nombre de nuestro municipio; que eran personas ocupadas en la ganadería de tipo extensivo, un sistema de explotación que se arrastraba desde los tiempos de los aborígenes, pero éstos, o se aniquilaron, se vendieron en los mercados de Valencia o se convirtieron colaborando en la conquista de las otras islas. En todo caso se alejaron de las viejas costumbres y vieron más rentable apoyarse, como los que entonces conquistaban las islas, en la mano de obra esclava para delimitar espacios y ocuparse de los ganados...
Durante casi trescientos años, la población que comenzó a formar la nueva sociedad en torno a Betancuria, se mantuvo aferrada a la Villa. Allí estaba el gobierno político adminisitrativo, y los señores y la iglesia se conformaban con los beneficios que se obtenían extramuros, sin preocuparse de que afuera se estaba formando un grupo poblacional diferente que funcionaba entre las pervivencias ancestrales de la isla y las costumbres que traían de su tierra; en todo caso, alejados de los cánones de la iglesia, que no se lo vino a cuestionar sino en el último cuarto del XVIII. Las recomendaciones que hasta aquel momento se vertieron en las actas del viejo cabildo recomendando que vinieran a vivir entre cristianos viejos, siquiera una parte del año, cayeron en la mera declaración de intenciones. Quien se acerque a los mandatos que los visitadores de la iglesia realizaban a Fuerteventura, se sorprenderá con las denuncias que dejaba anotadas en sus libros alertando de las fiestas y celebraciones que se hacían por la noche, en las ermitas y templos más alejados de la Villa...
Los pueblos que en su nomenclatura empiezan por la letra "T", como el nuestro, constituyeron la respuesta que, poco a poco, fue respondiendo al problema multicultural que se le planteó a una sociedad en ciernes...
Aún hay quien sigue denominando a los de Tuineje "moriscos". Aquí hemos intentado dejar una reflexión de por qué esto fue así y se mantiene en el recuerdo colectivo...

[Colaboración de Francisco J. Cerdeña]

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