Tiscamanita

Tiscamanita y la cochinilla, 1863.
(Un texto de Ramón Fernández Castañeyra en la prensa de la época).

"Uno de los pueblos que han entrado en la senda del progreso y que está llamado a figurar con el tiempo en Fuerteventura, es sin disputa alguna Tiscamanita.
¡Grandioso es el espectáculo que presenta en cualquier parte el trabajo del hombre cuando la Providencia le coopera!... Por medio de éste y del ingenio, las artes crecen y se embellecen; los campos eriales se tornan en jardines amenos y recreativos, las distancias se aminoran prodigiosamente y, en fin, hasta la naturaleza misma parece que complacida, sonríe con más encanto. Trabajo y libertad: frases divinas que llenan de placer el corazón del hombre, y que le impulsan a emprender empresas inauditas, grande como su ser. El genio que existe en la frente del mortal necesita libertad para desplegar las alas a su albedrío, y el trabajo hace que la idea que se halla en embrión se perfeccione y engrandezca admirablemente. El trabajo ha dicho un distinguido escritor, es una ley conservadora plantada por la Providencia al lado de la cuna de las generaciones para perpetuar indefinidamente la tradición del progreso.


Viviendas y molino, Tiscamanita, publicada por la FEDAC

Las casas y molino de Tiscamanita restaurados y reutilizados como centro de interpretación de Los Molinos de gofio  en Fuerteventura.
Lamentable era el estado en que se encontraba el pueblo denominado Tiscamanita hará poco más de dos lustros: allí no habían más que algunas casas de miserable aspecto (estando varias de ellas derruidas) en donde vivían sus pobres habitantes. Ni en su recinto ni en las cercanías se veían plantíos de ninguna clase, y la arboleda que es una de las bellezas que imprimen más poesía en el campo, era allí desconocida. Todo presentaba con vivísimos colores la imagen de la miseria; nada auguraba que a aquel pueblo desdichado le estaba reservado un halagüeño porvenir: es verdad que a ningún ser le es dado saber lo que sucederá en el futuro, pues esta ciencia solo puede poseerle el Altísimo.
Más, hoy vemos con dulce satisfacción que ha sufrido una metamorfosis ventajosa e imposible de prever debida sin duda al descubrimiento de la arena volcánica, a las aguas potables que por medio de norias se extraen y a varias personas que, adivinando hace algún tiempo esto, han fijado allí su residencia, ejercitándose en elaborar aquellos feraces terrenos: esa arena negruzca ha dado un impulso increíble a la propagación del nopal, pues estos habitantes al observar la benéfica influencia que ejerce aquella sobre esta productora planta, se han dedicado a su cultivo y al de cochinilla, formando grandes cercados para su plantación. Las papas, y toda clase de legumbres se crían con vistosa lozanía, y la robusta higuera y otros árboles recrean la vista del espectador. Hay tiendas de comercio muy buenas, pero en particular una llama la atención por la importación y exportación que verifica, siendo su dueño uno de los que más han contribuido al adelantamiento de aquel pequeño pueblo, pues ha invertido un capital regular en la compra de tierras y en su fabricación, tiene ejercitados diariamente un gran número de braceros, y además su exquisita amabilidad comercial atrae al referido pueblo una inmensa feligresía.
Si el precioso tinte que tan beneficioso es a la química y que se forma de este insecto llamado cochinilla, no pierde su mérito, y su precio no recibe una baja considerable, el pueblo que hoy ocupa nuestra atención dentro de pocos años será indudablemente rico. Cuenta con elementos capaces de hacerle prosperar, es decir, encierra casi en su recinto una montaña que guarda un gran porción de esa tan encarecida arena volcanizada, y conociendo ya el mérito de ella, claro está que adelantará muchísimo, trabajando los empresarios con la asiduidad que hoy. Luego cuando la extracción de aguas tome mayor incremento, habrán mejores resultado, y será este otro aliciente que aumentará la riqueza y el bienestar común.
Miremos pues el trabajo del hombre satisfactoriamente recompensado! Miremos ese pueblo que hasta hace poco tiempo era muy pobre caminar por la senda del adelanto merced al trabajo y al capital; contemplemos todo con deliciosa sensación; pero al mismo tiempo fijemos la mente en esos pueblos que, contando con idénticos recursos permanecen impasibles (hallándose sumidos casi en la miseria) sin decidirse de una vez a emprender tan lucrativa empresa, empresa que los sacará de la lastimosa postración en que hoy se encuentran. Observemos esas tierras que la falta de cultivo hace improductiva, y esa indolencia injustificable que se nota en algunos habitantes. Tal vez nos dirán que la extremada carencia de metálico les obliga a permanecer así; pero a esto les diremos que si no pueden inaugurar los trabajos a que aludimos en grande escala, lo pueden muy bien hacer en pequeña, y corriendo el tiempo, podrán dar grande incremento a la empresa con una parte de las producciones. Hombres millonarios existen en Europa, cuyo primer capital consitía en algunas monedas de exiguo valor, y con la perseverancia en el trabajo y ayudados por la fortuna, han ascendido al cenit de la felicidad, gozando hoy llenos de ventura el fruto de sus afanes. El trabajo es la fuente inagotable de riquezas y de bienestar. Los óptimos frutos que rinde los aprecia el hombre en todo su valor, los contempla extasiado y luego los guarda con la dulce satisfacción de haberlos obtenido honrosamente con el sudor de su frente: aunque el individuo no cuente con grandes recursos debe ser emprendedor, y no dar cabida en su pecho a la indecisión y desaliento, pues al contrario, debe abrigar fe y confiar en el auxilio del que rige el vasto Universo que habitamos.
La creación de estos trabajos y la explotación de aguas evitaría también que emigrasen algunos habitantes de esta isla a climas lejanos como hoy lo están haciendo por carecer del alimento necesario para conservar la existencia. Los que gimen bajo el peso del pauperismo no pensarían en alejarse de su país natal, pues entonces contarían con un estipendio seguro; y la clase agricultora entusiasmada con las faenas olvidaría también la expatriación, dejaría de enajenar sus fincas, y el astro resplandeciente de la felicidad luciría en el hogar doméstico cual nunca. Así pues, desterremos de una vez esa costumbre que nos legaran nuestros antepasados, y que consiste en arrojar semillas a la tierra el año que las aguas pluviales abundan, y permanecer quietos cuando dejan de haberlas. Tiempo hay para dedicarse a la siembra, y para ocuparse en el cultivo del nopal, del tabaco o de otro cualquier fruto productor; con este motivo, cuando la cosecha es demasiado mezquina, ya cuentan los naturales con una ocupación que los alimenta, y no sufrirán los horrores del hambre, ni huirán de la tierra donde nacieron.
A la vista tenemos una prueba evidente de lo que dejamos relacionado. La presente cosecha fue sumamente reducida, y por esta desgraciada causa, para satisfacer los adeudos que han contraído muchos de los naturales, tienen que enajenar una parte de su patrimonio, y temiendo ser víctimas del hambre se alejan de este suelo con el corazón lleno de amargura; pues bien, si estos contaran con otros elementos, si fueran más emprendedores y se dedicaran a distinto trabajo, no se vieran hoy en el duro trance de desprenderse de su pequeña fortuna, pero como permanecen indiferentes a cualquiera idea de progreso, y solamente se sujetan a aquella ocupación, en un país como el de Fuerteventura, donde las lluvias escasean, tienen que sufrir mil calamidades, y por último tienen que abandonar la mísera roca donde han nacido.
Terminamos este artículo, y deseamos que nuestras humildes apreciaciones sean favorablemente acogidas por la isla que nos las ha inspirado. El amor que la profesamos, y la voluntad sincera que tenemos de que salga del abatimiento en que yace, han sido los móviles que han impulsado nuestra débil pluma. Este es pues, el obsequio que hoy podemos tributarle".

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